Un viaje por el oscuro país del calor de la estufa.
Walter Benjamin
La última vez que estuve con ella, la tía Lena preparó, detalle por detalle, un domingo en los bosques de Volinia. Cargamos en el vis un acordeón, botellas de vino y vodka, una sandía, carne lista para ser asada, pepinos, tomates, pan.
Después de misa, cada domingo, los jóvenes de la familia se internaban en el bosque con el tío Eugenio. La guerra había terminado y las canciones buscaron sus rondas. Los chicos mostraban, felices, sus piruetas. Eran los años 50 y los astronautas soñaban con la luna. Nadie regresaba antes que el sol.
Fue un tiempo sin preocupaciones. Después vinieron los matrimonios y los hijos, sutiles perestroikas. Los domingos se espaciaron. Un día, Chernóbil cubrió el aire de cenizas y ya no hubo domingos en el almanaque.
Pero el tiempo viaja por sus huecos. He cruzado el mar, entonces Lena prepara, detalle por detalle, la tarde que nunca compartimos. Mis primos preparan los caballos. Volodia, sus acrobacias. Yo preparo la vida que no he vivido. Una joven que se me parece se sube despreocupadamente al carro.
Esa chica de 17 años pasará la tarde en los bosques de Volinia.
Ucrania, agosto de 2015.